Había una vez un niño visitando a sus abuelos en su granja. El tenía una gomera. Un día al acercarse a la casa, vio al apto mascota de la abuela. Sin poder contenerse, usó su gomera y le pegó al pato en la cabeza y lo mató. Estaba triste y asustado entonces, escondió el cadáver del paro en el bosque. Pero no se dio cuenta que su hermana lo estaba observando. Lucrecia lo había visto todo pero no dijo nada. Después de comer la abuela dijo, "Lucrecia, acompáñame a lavar los platos". Pero Lucrecia dijo, Abuela, Pedro me dijo que hoy quería ayudarte en al cocina, ¿No es cierto Pedro?" Y ella le dijo al oído: "¿Recuerdas lo del pato?" Entonces, sin decir nada, Pedro lavó los platos. Y así cada vez que Lucrecia debía hacer algo, le recordaba a su hermano el asunto del pato y Pedro lo hacía por ella.
Pasaron muchos días y Pedro seguía haciendo sus propias tares y las de Lucrecia. Finalmente, no pudo mas; fue a ver a su abuela y le confesó que había matado al pato. Ella se arrodilló, le dio un gran abrazo y le dijo: "Amorcito, yo ya lo sabía. Estuve parada en la ventana y lo vi todo, pero porque te amo te perdoné. Lo que me preguntaba era hasta cuando permitirías que Lucrecia te tenga como esclavo".
¿Hasta cuando permitirás que tus pecados sin confesar te mantengas esclavo?
Hoy mismo puedes ser perdonado por Dios y gozar de su libertad.

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